Nuestros “Bad” Hombres y el derecho al trabajo
Diario de un Reportero
Ramsés Ancira
La connivencia entre un sector del PRI y el crimen organizado no es un
asunto de apreciación, es un hecho demostrado en el asesinato de Miroslava
Brecht en Chihuahua y en el incendio y la colocación de amenazas en Acolman,
previo a un mitin de Andrés Manuel López Obrador; pero también en el asesinato
de microbuseros en Ecatepec por no pagar cuotas.
En París, el asesinato de un policía se convirtió en un asunto de
interés mundial y de condena al terrorismo. En México, el asesinato de un trabajador del volante si
bien alcanza la primera plana de los tabloides sensacionalistas no hace que
muevan un dedo ni el gobernador del Estado de México, Eruviel Avila, pese a los
antecedentes en su biografía que lo ligan al autotransporte de pasajeros, ni el
presidente Peña Nieto, a pesar de que tiene en Ecatepec, en particular y en el
Estado de México en general, uno de sus mejores mercados electorales.
Incluso el muy denostado Felipe Calderón logró en Ciudad Juárez, apoyado
por el Ejército Mexicano y su gabinete de seguridad, una drástica reducción del crimen organizado,
que Peña Nieto no consiguió, ni en Teloloapan, donde Los Tequileros han rebasado el poder de la propia zona
militar, ni en Ciudad Netzahualcóyotl donde está estadísticamente demostrado,
el cobro del derecho de piso se institucionalizó apenas el PRI ganó las
elecciones, y se abatió cuando el PRD
logró recuperar el poder en el Municipio.
El crimen organizado existe en todo el mundo. Recientemente una película
de Bulgaria, La Lección nos mostraba como la mafia obligaba a prostituirse a
una mujer si no le pagaba el dinero que les pidió prestado para pagar una
hipoteca bancaria. Pero en el Estado de México es mucho peor, todos los días
vemos asesinatos sangrientos y nos conformamos con pensar que se trata de
ajustes de cuentas entre criminales; sin embargo ahora el asesinato de un
hombre al volante de su microbús, por el único crimen de no compartir el fruto
de su trabajo con la mafia que el Estado es incapaz de combatir, debería obligar
a frenar esa inercia delictiva.
Carlos Marx dice que la acumulación original del capital es producto de
la violencia que se ejerció contra los hombres al despojarlos de sus medios de
producción, originalmente la tierra, pero en este caso aplica muy bien a los
trabajadores del volante.
Ese capital económico sirve para comprar capital político, que luego
servirá para comprar regidurías, presidencias municipales y tal vez
gubernaturas y hasta la presidencia de las repúblicas, además de jueces en el
poder judicial, que en el caso de México es el más antidemocrático de los
poderes, pues no es mediante exámenes de oposición,
sino con recomendaciones como muchos llegan a sus puestos.
Dice el nada recomendable Donald Trump, algo en lo que sin embargo tiene
razón, en México hay muchos “bad hombres”, pero no solo son los que están en el
crimen organizado, sino en puestos públicos donde su ineficiencia permite el
genocidio social. Si nos ponemos a hacer cuentas no sería difícil encontrarnos
con que en el Estado de México y Guerrero hay más ejecuciones sumadas que las
que se auto adjudica el Estado Islámico en Siria e Iraq.
Por eso, aún más importante que
defender el Tratado de Libre Comercio, que al final solo beneficia a un grupo
de empresarios exportadores, el presidente Enrique Peña Nieto debería
preocuparse por dar prioridad al combate al crimen organizado que pone en riesgo
la vida y patrimonio de 120 millones de mexicanos.
Y podría empezar en Ecatepec. Acabar con los asesinos de personas que
acumulan capital con el crimen de
trabajadores, para luego comprar el poder político y hacer el círculo vicioso
de partidos-crimen organizado-partidos-crimen organizado.
Y luego podría seguir en Acapulco y después en todo Guerrero. Enrique
Peña Nieto aún tiene un poco de tiempo de pasar a la historia no cómo el último
presidente emanado del PRI, sino como el que logró la reforma estructural que
rompió la superestructura que comparten los “bad” hombres en la política y el
crimen organizado.
Miserables maestrías
En “La Tremenda Corte” un programa clásico de la radio cubana que luego
tuvo una versión en video en Televisión Independiente de México, aprendimos que
cuando el señor juez daba su veredicto en un simpático verso, tomaba en cuenta
los argumentos en pro y en contra del acusado, que en algunas ocasiones
resultaba incluso exonerado ante la maledicencia de Rudecindo y Nananina.
Actores de la Tremenda Corte, programa de comedia en el que sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en México, las sentencias eran acordes al proceso y no pre fabricadas. |
Pero ese principio jurídico de escuchar premisas a favor y en contra
para sacar una conclusión es lo de menos en los juicios en México, donde las
sentencias generalmente solo certifican lo que desde el principio estaba
errado, como es el caso de la condena a los supuestos multihomicidas de
Narvarte, sin que se haya probado su ejecución del crimen.
Cuando en un caso que me compete supe del grado de maestría del Juez
Primero Penal para Delitos no Graves, Joel Blanno Castro, creí que la justicia
había llegado.
Pero resultó que con todas las evidencias y declaraciones en el sentido
de que una acusadora había montado el delito de fraude procesal para realizar
un despojo, un año de proceso terminó en una sentencia en que fueron
desestimadas todas las pruebas y se sentenció en base a un prejuicio
jurídicamente infundado, a una prueba
falsa y desestimada incluso por perito de la Procuraduría de Justicia del
Distrito Federal.
Blanno Castro estudió en la Universidad
del Valle de México, es lógico
que quiera recuperar el costo de las colegiaturas manteniéndose al menos en su
puesto, pero ¿por qué el poder judicial ya no se nutre primordialmente con abogados formados con los valores de las
universidades públicas? La compra de las instituciones, de la que no está
exento el Poder Judicial, el más antidemocrático de los poderes en México, puede ser una respuesta.
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