Del criollismo como explicación a la hueva de gobernar del PRIAN
Historias para A(r)mar la Historia
Ramsés Ancira
Hace unos días
en un texto digno de citar, el periodista Jorge Ramos hizo un justificado
paralelismo histórico al afirmar que Enrique Peña Nieto se comportó con Donald
Trump, de la misma manera que Moctezuma lo hizo con los conquistadores
españoles… y con los mismos fatídicos resultados.
En estos días se
conmemoró en México el 79 aniversario de la Expropiación Petrolera y yo mismo
he tenido una reflexión diacrónica sobre lo que es un Presidente. No es lo
mismo el que al ratificar la propiedad del suelo y el subsuelo refuerza la
soberanía, o como dijeran los marxistas, la superestructura de un país; a un
sujeto que por inaugurar una planta de Coca Cola, hacer un convenio con Wall
Mart o instalar la armadora de una empresa transnacional de automóviles que le van a dar empleo a un número x, pero
pequeño de mexicanos, ya siente que cumple con su trabajo de presidir un país.
Porque no
recuerdo ninguna noticia que diga cómo se va a terminar la desnutrición en
México reforzando la pesca en los 11 mil kilómetros de litorales; cómo va a
abatir México el cáncer de mama en el mundo con los sensores en sostenes que
han desarrollado diversos científicos mexicanos; o como se va a reducir el desierto
mexicano con la siembra de cáñamo
(aunque tenga cannabis) para producir fibras fuertes, como las que usó Colon en
sus carabelas, en lugar de depender de la petroquímica del poliéster importado.
Y así como Jorge
Ramos se basó en la Visión de los Vencidos, editada por la UNAM, yo deseo dar
crédito a Solange Alberro, Del gachupín al criollo. O de cómo los
españoles de México dejaron de serlo, para encontrar una explicación
del porque los gobernantes del PRI y del PAN, con la notable excepción para mí
del colega Javier Corral, lucen con tanta hueva de gobernar.
Caracterizados
en los primeros años de la colonia como
flojos, jugadores, parranderos y alcohólicos, y en los últimos como los
promotores indiscutibles de la Independencia, los criollos merecen un estudio
especial en la historia pues bien se podría decir que representan una nueva
raza, a la que se le podría llamar Latinoamericana, o incluso más concretamente
mexicana.
Vicente Riva
Palacio dice en su Compendio
General de México a Través de los Siglos:
Desde
que España colonizó en el Nuevo Mundo echó en el los gérmenes de una sociedad
nueva también: la mezcla de los conquistadores y conquistados forzosamente hubo
de producir otra raza igualmente diversa de la española y de la india
Y
más adelante:
“A primera vista descubríanse tres distintas agrupaciones de hombres cuyos
intereses, necesidades y aspiraciones tenían que ser, y en efecto eran
diversos, y esa divergencia, desarmonizando el conjunto, producía sombras
desapacibles, quizás siniestras (…) Destacábanse en primer término los
españoles netos (…) Los criollos formaban la segunda agrupación: mezcla de
indios y de europeos, alcanzaban una educación igual o semejante a la de los
españoles, con quienes tenían mayor afinidad por razón de sangre, del idioma y
las costumbres pero con raras excepciones, alejados de los puestos públicos;
sin representación importante en el gobierno hasta los últimos tiempos en que
la constitución vino a otorgar algunos derechos políticos (…) Formaban la
tercera agrupación los antiguos aborígenes, indios de las primitivas razas…”
Si se considera que para entonces ese 20 por ciento de
la población acaparaba la mayor parte de las riquezas, podríamos tener algunas
pistas de porque se produjeron las guerras de la revolución, donde también
destacará un criollo, hijo de mujer
indígena y padre probablemente criollo también,
Porfirio Díaz.
Hoy como entonces, los intereses de los prianistas
lucen diversos a los del resto de los mexicanos
Regresando
al texto Del Gachupín al criollo se
destaca también su ubicación geográfica al centro de la Nueva España:
Relativamente numerosos aunque ampliamente minoritarios
en las ciudades del altiplano, en particular Puebla y México, lo seguían siendo
aún en las regiones agrícolas que abastecían los centros vitales del
virreinato. –Como el Valle de Puebla y
la zona del Bajío- volviéndose pronto
escasos a unos 250 kilómetros de la capital y excepcionales en las costas y los
confines del Norte y la América Central.
Aquí
se puede ver como los presidentes emanados del Partido Revolucionario
Institucional, al menos en la segunda mitad del Siglo XX, tienen en común con
los criollos el haber nacido en el centro del País, entre la Ciudad de México y
Atlacomulco, sin excluir a algún veracruzano, claro, pero esto no es excepción
a la regla porque precisamente los
españoles iniciaron su influencia en la Villa Rica de la Vera Cruz, hasta donde
llegaron por cierto los emisarios de Moctezuma para observarlos.
Merece especial atención lo que dice el autor de como
al disgregarse y volverse viajeros, muchos españoles perdieron su cultura, unos
por volverse vagabundos, frailes que colgaron el hábito o soldados. Tal vez
entre ambos, al buscar una nueva profesión se convirtieron en mercaderes o en
aventureros.
Como sea, la geografía debió contribuir a
comportamientos nuevos, la de América, pródiga en recursos naturales y por lo
tanto en alimentos más accesibles proporcionaba una vida más relajada en
contraste con la europea que requería de ahorros para los tiempos de las malas
cosechas y para los contrastes climáticos.
No es entonces de extrañar que a estos criollos se les
caracterizara como flojos o disolutos, en contraste con sus ancestros,
esforzados y ahorradores, lo que no es culpa de los primeros ni virtud de los
segundos, sino que como dice el propio Solange Alberro se trata de los hombres
y las circunstancias.
Así han sido casi
todos los presidentes mexicanos, de Salinas para acá, o del
neoliberalismo para acá, tipos con una
vida más o menos regalada que piensan que la solución de la economía de los
mexicanos provendrá de las potencias extranjeras
Flojos, disolutos, alcohólicos, expoliadores,
caciques, encomenderos que se sienten con derecho de disponer de vidas y
haciendas sin necesidad de producir nada por sí mismos, además de presuntos pederastas, han resultado
también la mayoría de los políticos emanados de las filas del PRIAN. Si a la
mente del lector llegan los apellidos Marín, Calderón, Gamboa, Patrón, Yunes,
Duarte, Padrés o similares no es culpa de este que pretende ser un reportero de
la historia, sino de las noticias de todos los días.
Noticias en las que anhelaríamos saber de algún
gobernante, aunque sea del PRIAN que tuviera un poquito de ganas de gobernar y
de hacer planes para México, que no tengan que ver ni con la inversión de
empresas gachupinas como OHL, ni con transnacionales armadoras extranjeras, ni
con modelos educativos diseñados para agrandar el capital y no para hacer seres
humanos más felices.
Gobernantes, aunque sea criollos, pero no los
caracterizados como disolutos aventureros sino como los que lograron la
independencia de América Latina, antes de que otros criollos volvieran a
regalarla a mineras canadienses,
petroleras estadounidenses y constructoras de caminos, puertos y aeropuertos
españoles.
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