La presidencia (informativamente) inútil

Diario de un Reportero

Ramsés Ancira

Debo agradecer a la presidencia de la república su  disposición para acreditarme  en su momento como corresponsal de Hispan TV, aunque a nivel de campo no fueron pocos los disgustos para obtener el engomado que me permitiría acceder a los eventos.

Un poco por la presión del momento, alguna vez tuve que hacerme paso a gritos diciendo que para que me invitaban si no me dejaban pasar; que el favor lo hacíamos los medios al cubrir eventos prefabricados, en los que se concretaban a leer del teleprompter; donde la cortesía política es la antítesis del trabajo periodístico pues en cada discurso hay que perder seis  minutos escuchando las loas al gobernador, al presidente municipal, a la abuelita del empresario anfitrión, a los niños que fueron acarreados horas antes y que tuvieron que aguantar bajo los rayos de sol.

Pero debo ratificar mi impresión original. Si algo no le importa al consumidor de noticias es el Presidente.

Como este es el diario de un reportero que casualmente soy yo, me voy a permitir fundamentarlo con mi propia experiencia: En los extremos, mi videoreportaje más visto, el de las diferencias en la intención de voto por Enrique Peña Nieto, entre los usuarios de internet y lo que reportaban las agencias encuestadoras, llegó a tener por diversas vías 250 mil descargas; el de la semana que dedicó Peña Nieto al tema ambiental y al calentamiento global,  con mucho trabajo despertó el interés de 25 personas.

No es algo nuevo. A principios de los años noventa la presidencia no consideraba que los medios electrónicos fueran importantes, así que fuera de los reporteros de televisión, los de radio cubríamos solo los eventos locales. Entonces propuse a los directivos de Enfoque nos olvidáramos de que existía presidencia y no cubrir nada de lo que hiciera Carlos Salinas de Gortari. Descartada toda posibilidad de hacerlo, siquiera por boletín porque ordené en mi carácter de coordinador general de noticias que no se diera espacio a nada que no presenciáramos  por nosotros mismos o  lo mandara una agencia de noticias respetable.

Enfoque peleaba entonces el segundo lugar nacional de ratings, después de Monitor. Lo relevante es que durante meses ningún radioescucha se dio cuenta o reclamó porque no tuviéramos las notas sobre las actividades del presidente. Por supuesto esto no hubiera pasado desapercibido si en su lugar hubiésemos suspendido los comentarios deportivos o en menor medida  los resultados de la Bolsa de Valores

John M. Ackerman escribió recientemente un artículo titulado Romper el Guión. Se refería a la guapa estudiante de Monterrey que se negó a leer en Guadalajara el discurso que ya había sido censurado y aprobado.

Más que lo que alcanzó a decir Bianca Patricia Treviño, quien merece toda mi admiración, lo que más me impresionó fueron los esfuerzos del otro joven a su lado por retirarle el micrófono e impedirle hablar.

Sus palabras nerviosas, atropelladas, son reproducidas 27,020 veces en una versión, 2,343 en otra, 1,196 en una más, Once mil 293 en la siguiente y así, solo por mencionar las primeras que es encuentran en You Tube.

En cambio las palabras de Peña Nieto, con todos los recursos de la comunicación presidencial, alcanzan apenas un poco más de mil reproducciones en la misma búsqueda de resultados.

Salirse del guión es lo que mejores frutos le ha dado a Peña Nieto. Cuando corrió con los militares, o en sus giras para atender a los damnificados recuperó algo de la confianza de los ciudadanos. Luego regresó a su laberinto epi,... epde...episte...epidemiológico ¡UFF! y volvió a dar la sensación de que interpreta el papel que otros le escriben, a veces le sale bien pero la mayoría no convence. Es el actor entrenado en dicción y manejo de medios pero que no tiene un mensaje convincente. Es el primer presidente priista egresado de una universidad confesional, que también fue precedida de escuelas privadas, desde las que le debió ser muy difícil conocer al México que ahora quiere cambiar.

No se puede negar que debe tener algunos colaboradores valiosos y por lo pronto ninguno tan viciado y perverso o" ideológicamente Palacio", como lo pudieron ser Córdoba Montoya, o Alejandra de la Sota, con Carlos Salinas o Felipe Calderón.

Pero por convencido y firme que se encuentre  Enrique Peña en sus propósitos de "mover a México", los plantones de maestros, los grupos de autodefensa que tienen que hacer el trabajo que no hace el Ejército en Michoacán y los avances de las transnacionales  petroleras, empeñados en que todo el país se convierta en La Rosa Blanca (descrita por Bruno Traven y filmada por Roberto Gavaldón con la fotografía de Gabriel Figueroa) hacen que el movimiento sea... hacia atrás.

Mover a México no es una tarea de un solo hombre. El físico y la edad ayudan a Peña Nieto. La estudiante de la cumbre de negocios no es su enemiga, por el contrario es representativa de millones de personas que quieren que al presidente le vaya bien, para que a todos nos vaya bien. Esa es una tarea de la comunicación presidencial y no solo repartir a tiempo boletines que a nadie le interesan.

Lázaro Cárdenas es el mejor presidente que ha tenido México porque se guió en lo que convenía a la mayoría de los mexicanos. No se puede mover a México con la orientación de intereses cupulares que ven a Peña Nieto como un objeto desechable cuando ya no les sirva. Así ya lo quieren ver los empresarios refresqueros que no quieren que se abran bebederos de agua potable en las escuelas, los que temen que el aire y el sol que privilegian a México sean utilizados sólo por mexicanos para transformarlos en energía.

Mover a México requiere de los mexicanos. Cuando Enrique Peña Nieto nos convenza de que lo quiere mover en la dirección correcta, tendrá el punto de apoyo que reclamó Arquímedes para mover al mundo.


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