De filibusteros y los presos ecologistas mexicanos en Nicaragua
DIARIO DE UN REPORTERO
Ramsés Ancira
En México cada año mueren nueve
mil mujeres de enfisema pulmonar, no son fumadoras sino personas que viven en áreas rurales, cocinan con leña
y están expuestas a cantidades industriales de humo aunque en sus comunidades
no haya contaminación del aire. Este problema no es privativo de México, ocurre
en toda Latinoamérica, Asia y África, pero sí, son mexicanos los que más se destacan en el
mundo por resolverlos. Tres de ellos fueron encarcelados en Nicaragua.
Las estadísticas de la Organización Mundial de Salud, elevan a casi tres
millones de personas el número anual de muertes por respirar humo en lugares cerrados,
prácticamente la totalidad de las víctimas serían mujeres pues son ellas las
encargadas mayoritariamente de preparar los alimentos.
Las estufas ecológicas son la mejor solución para evitar estas muertes y
el ingenio mexicano es hasta ahora el más destacado a nivel mundial. Existen
varios modelos. Uno de estos son bolsas en las que se recogen los excrementos
de animales para producir gas que se puede usar para cocinar sin producir humo
en el proceso.
Una de las razones por las que los mexicanos se han convertido en
líderes en la construcción de estufas ecológicas es que cada año se talan en
este país más de 360 mil hectáreas de bosques para obtener la leña con la que
se calientan y cocinan en decenas de miles de hogares rurales.
Hay soluciones industriales, estufas que siguen siendo de leña pero que
evitan que el calor se escape por los costados y ahorran hasta el 60 por ciento
del combustible. En México la SEDESOL las compra y distribuye, pero no todos
los países tienen programas sociales para ello.
Daniel Espinosa Giménez Cacho, Salvador Tenorio Pérez, Emmanuel de la
Luz Ruiz, Byron Reyes Ortiz, Ana Laura Rodríguez y Eugenio Paccelli Chávez
Macedo se encontraban en Nicaragua enseñando en comunidades indígenas como
podían construir sus propias estufas ecológicas, sin tener que depender del
gobierno que encabeza Daniel Ortega,
cuando fueron detenidos con el pretexto de que usaban explosivos para boicotear
el canal transoceánico.
El joven nicaragüense Alexander Marenco, de 25 años de edad, intentaba
construir una estufa ahorradora de leña. Para obtenerla prendió fuego a un
viejo barril de madera, ignorando que contenía restos de gasolina. Las llamas
le produjeron quemaduras leves en brazos y pecho.
El incidente fue aprovechado por la policía local para decir que los
seis jóvenes ecologistas, entre los cuales hay tres mexicanos, Daniel, Salvador
y Emmanuel, todos ellos de 25 años, usaban sustancias explosivas que ponían en
peligro a la gente.
Daniel Ortega, presidente de Nicaragua de 1985 a 1990, y desde 2006
hasta la fecha, ha repetido el argumento de que estos capacitadores en la
construcción de estufas de leña, quienes por obvias razones se vincularon con
los grupos ecologistas que se oponen a la inundación y despojo de tierras para
construir un canal transoceánico, son terroristas.
La historia que se repite como parodia
Es curioso como algunos sucesos se repiten en forma de parodia.
En el Siglo XX dos filibusteros estadounidenses hicieron explotar un
puente en Nicaragua. El gobierno del presidente Santos Zelaya los capturó y los
fusiló.
El Gobierno de Estados Unidos quiso castigar esa acción soberana y mando
buques de guerra para aprehender al presidente de Nicaragua. En ese momento se
encontraba como responsable de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México
el escritor de Santa, Federico Gamboa, quien le hizo saber al embajador de
Estados Unidos que si violaban la soberanía de Nicaragua, el presidente
Porfirio Díaz lo consideraría una agresión a México.
Le informó que para una solución intermedia el gobierno mexicano había
mandado un barco para que Zelaya pudiera salir de Nicaragua, pero como hombre
libre y no como preso.
El embajador de Estados Unidos le dijo a Gamboa que México no debía
entrometerse porque no contaba con el potencial militar para enfrentarse a
ellos. Federico Gamboa le replicó que el Buque de Guerra que había enviado
México tenía el arma más poderosa.
Henry Lane Wilson, que así se llamaba el embajador de Estados Unidos le
dijo que se le hacía raro pues sus servicios de
inteligencia no tenían ninguna
noticia de un arma mexicana capaz de desafiarlos. Gamboa le respondió que esa
arma era la dignidad. Que el Buque Mexicano encargado de salvar al presidente
Zelaya era el Guerrero y que si la
armada de Estados Unidos les impedía su misión, el capitán tenía órdenes de
hundirlo con todos a bordo. Un excelente pretexto para iniciar una nueva guerra
con Estados Unidos y tratar de recuperar los dos millones de kilómetros
cuadrados que le habían sido despojados sesenta años atrás.
El Guerrero subió a bordo al
presidente Zelaya, quien llegó a México sano y salvo. ¿Y los cañoneros de
Estados Unidos? Se limitaron a dejarlo pasar.
La mercadotecnia política de Daniel Ortega le aconseja un siglo más
tarde, acusar a los ecologistas mexicanos de terroristas para contrarrestar la
oposición al canal
Este es el tipo de peligrosas armas de las que acusan a los ecologistas mexicanos en Nicaragua |
Pero los tres mexicanos, un español, un costarricense y la joven
argentina, solo pretendían salvar las vidas de miles de mujeres nicaragüenses
que mueren cada año como consecuencia de cocinar con leña ya que el gobierno de
Daniel Ortega no les provee de la tecnología necesaria para evitarlo. Hoy son
moneda de cambio político.
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