De como la miseria y el ejército de desempleados eleva la concentración de la riqueza
Ilustración Claudio Vargas
Emiliano Mateo Carrillo Carrasco
DEJAR HACER Y DEJAR PASAR
A LOS NEOLIBERALES KAKISTOCRATAS:
La
teoría marxista del desempleo, basada en la teoría del ejército
industrial de reserva, proporciona una explicación de los niveles de
desempleo prolongados más sólida que la visión keynesiana, que
atribuye la plaga del desempleo a las "equivocadas" o "malas"
políticas neoliberales.
La teoría marxista de los salarios de miseria o subsistencia ofrece
una explicación más convincente de cómo y porqué esos bajísimos
niveles salariales y el predominio generalizado de la pobreza en todo
el país pueden ir acompañados de grandes beneficios empresariales y/o
el crecimiento de los mercados de valores, que la que brinda la
percepción keynesiana, según la cual para que se produzca un ciclo
económico expansionista son necesarios niveles salariales elevados.
Además, y quizá sea lo más importante, la idea marxista de que los
programas de protección económica significativos y duraderos solo
pueden llevarse a cabo con la presión de las masas - y siendo
coordinada globalmente - ofrece una solución mucho más lógica y
prometedora al problema de las dificultades económicas de la
abrumadora mayoría de la población mundial que los paquetes de
estímulos keynesianos a nivel nacional, puramente académicos y
esencialmente apolíticos.
Las políticas públicas son algo más que simples decisiones
administrativas o técnicas; son, sobre todo, políticas de clase. La
transición del keynesianismo a la economía neoliberal tiene raíces
mucho más profundas que la pura ideología; que la transición comenzó
mucho antes de que Reagan en estados Unidos de América y con la mujer
británica Margaret tacher “Mujer de Hierro” que representan al poder
financiero global y que por medio de del control de los Estados
soberanos podrían implementar sus acciones de privatizar lo público a
su máxima expresión y la perdida de la las soberanías e identidad ;
que la confianza keynesiana en la capacidad del gobierno para
re-regular y revitalizar la economía mediante políticas de gestión de
la demanda descansa en la percepción esperanzada de que el estado
puede controlar el capitalismo.
La teoría marxista del empleo y el desempleo, basada en la teoría del
ejército industrial de reserva, proporciona una explicación más sólida
de los prolongados y elevados niveles de desempleo que la visión
keynesiana, la cual atribuye la plaga del paro a las "políticas
equivocadas del neoliberalismo". Del mismo modo, la explicación que
ofrece la teoría marxista de cómo y porqué los niveles salariales de
miseria y el predominio generalizado de la pobreza pueden ir
acompañados de grandes beneficios y una mayor concentración de la
riqueza, resulta mucho más convincente que la que aportan las ideas
keynesianas, según las cuales las altas tasas de empleo y los elevados
salarios serían condiciones necesarias para un ciclo económico
expansionista.
Los cambios estructurales reales en las condiciones económicas y el
mercado, tanto a escala nacional como internacional. Las políticas New
Deal/socialdemócratas se pusieron en marcha inmediatamente después de
la Gran Depresión, cuando tanto los trabajadores y otras
organizaciones de base políticamente conscientes como las condiciones
económicas favorables del momento volvieron efectivas esas políticas.
A finales de los sesenta y principios de los setenta, el largo ciclo
expansionista de posguerra, los fabricantes estadounidenses habían
invertido tanto en capital fijo, en desarrollar capacidades, que para
finales de los sesenta sus tasas de beneficio ya habían comenzado a
disminuir a medida que los enormes "costes a fondo perdido", sobre
todo en forma de instalaciones y equipo, se volvían cada vez más
elevados.
La globalización, primero del capital y después de la fuerza de
trabajo, lo que hizo que las políticas económicas de corte keynesiano
dejaran de resultar atractivas para la rentabilidad capitalista, y lo
que propició el ascenso de Ronald Reagan y las políticas neoliberales
de austeridad económica.
Desde Chicago se extendiera un espíritu de laissez-faire que afectó a
políticos de todos los partidos y los convenció de las ventajas de los
mercados libres. (...) Los mecanismos keynesianos de regulación
financiera (controles de capital y tipos de cambio regulados) no
pudieron resistir la expansión del crédito internacional desregulado,
los Euromercados, que pasaron a dominar las finanzas internacionales.
El dólar estadounidense (y en menor extensión el oro) era, en líneas
generales, el único medio de comercio y crédito internacional. Bajo
esas circunstancias, los préstamos internacionales se realizaban
principalmente a través del Fondo Monetario Internacional (FMI) y los
bancos centrales de los países prestatarios/beneficiarios de los
préstamos, de ahí la aplicabilidad de controles.
Los dos factores principales que contribuyeron de manera significativa
a la drástica inflación de los mercados financieros internacionales
fueron (a) el crédito internacional generado por ordenador, y (b) la
inmensa proliferación de Eurodólares, esto es, dólares estadounidenses
depositados en bancos extranjeros.
El crédito/las finanzas mundiales han crecido tantísimo durante las
últimas décadas que han vuelto prácticamente inútiles los controles y
las regulaciones internas o nacionales:
Los críticos de las finanzas internacionales han hecho varias
propuestas para estabilizar el sistema y adecuarlo a los propósitos
del desarrollo económico y social. Dichos controles, en muchos casos,
no fueron eliminados hasta los años noventa.
Sin embargo, los depósitos bancarios internacionales y los activos
financieros en el extranjero son ahora tan grandes que sería difícil
hacer cumplir tales controles.
De hecho, la razón principal para deshacerse de dichas regulaciones
fue precisamente que no podían hacerse cumplir.
En su libro Equality and Efficiency: The Big Tradeoff, Okun (1975)
manifestó que "el objetivo intervencionista de mayor equidad tuvo unos
costes de eficiencia que perjudicaron la economía privada". Del mismo
modo, Schultze (1977) afirmó que
"las políticas del gobierno que afectan a los mercados en nombre de
la imparcialidad y la equidad son necesariamente ineficientes", y que
tales políticas "iban a perjudicar a las personas que los responsables
de las políticas trataban de proteger, y a desestabilizar la economía
privada en el proceso".
"los esfuerzos de la Cámara de Comercio y la Mesa Redonda Empresarial
para obtener el control de las decisiones reguladoras del gobierno
comenzaron al menos nueve años antes" de la elección de Ronald Reagan
como presidente, "cuando el abogado Lewis Powell envió a la Cámara su
conocido memorando 'Attack of American Free Enterprise System'".
Conjuntamente con la ofensiva legal de Powell contra la normativa
laboral y reguladora, las grandes empresas actuaron rápidamente para
"impedir la sindicalización" y "eliminar los controles reguladores
mediante sucesivas campañas de propaganda promovidas por think-tanks
como el Instituto Americano de Empresa (1972), la Fundación Heritage
(1973) y el Instituto Cato (1977)"
La eficiencia del modelo keynesiano, por lo tanto, se apoya en gran
medida en una esperanza, o una ilusión, puesto que la relación de
poder entre el estado y el mercado/capitalismo es normalmente la
inversa.
La percepción keynesiana, la elaboración de políticas económicas es
algo más que una mera decisión administrativa o técnica; se trata
sobre todo de un asunto socio-político que está relacionado
orgánicamente con la naturaleza de clase del estado y los aparatos de
definición de políticas.
Sin embargo, la realidad es que los productores estadounidenses
dependen cada vez menos de la fuerza de trabajo doméstica, ni como
trabajadores ni como consumidores, pues continuamente están ampliando
sus mercados de producción y venta en el extranjero: "Tanto en el lado
de la oferta (empleo) como en el de la demanda, el
trabajador/consumidor estadounidense tiene un papel cada vez más
secundario".
El segundo problema radica en que los salarios y los beneficios son
categorías a nivel micro o de empresa, establecidas por empleadores
individuales o directores de empresa, no por los estrategas a nivel
macro o nacional de la demanda agregada (como ocurre en una economía
de planificación centralizada).
Los productores individuales (grandes y pequeños) ven los salarios y
las prestaciones, en primer lugar, como un coste de producción que
debe ser minimizado a toda costa; y solo de forma secundaria, o nunca,
como parte de la demanda agregada nacional que puede contribuir
(indirectamente) a la venta de sus productos.
Marx caracterizó la disposición y la capacidad del capitalismo para
crear una gran masa de desempleados (con el fin de conseguir una clase
trabajadora mayoritariamente pobre y dócil) como "pauperización" y
sumisión de la fuerza de trabajo.
La ley, finalmente, que mantiene un equilibrio constante entre la
sobrepoblación relativa o ejército industrial de reserva y el volumen
e intensidad de la acumulación, encadena el obrero al capital con
grillos más firmes que las cuñas con que Hefestos aseguró a Prometeo
en la roca.
Esta ley produce una acumulación de miseria proporcional a la
acumulación de capital. La acumulación de riqueza en un polo es al
propio tiempo, pues, acumulación de miseria, tormentos de trabajo,
esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degradación moral en el polo
opuesto, esto es, donde se halla la clase que produce su propio
producto como capital
industrial de reserva, proporciona una explicación de los niveles de
desempleo prolongados más sólida que la visión keynesiana, que
atribuye la plaga del desempleo a las "equivocadas" o "malas"
políticas neoliberales.
La teoría marxista de los salarios de miseria o subsistencia ofrece
una explicación más convincente de cómo y porqué esos bajísimos
niveles salariales y el predominio generalizado de la pobreza en todo
el país pueden ir acompañados de grandes beneficios empresariales y/o
el crecimiento de los mercados de valores, que la que brinda la
percepción keynesiana, según la cual para que se produzca un ciclo
económico expansionista son necesarios niveles salariales elevados.
Además, y quizá sea lo más importante, la idea marxista de que los
programas de protección económica significativos y duraderos solo
pueden llevarse a cabo con la presión de las masas - y siendo
coordinada globalmente - ofrece una solución mucho más lógica y
prometedora al problema de las dificultades económicas de la
abrumadora mayoría de la población mundial que los paquetes de
estímulos keynesianos a nivel nacional, puramente académicos y
esencialmente apolíticos.
Las políticas públicas son algo más que simples decisiones
administrativas o técnicas; son, sobre todo, políticas de clase. La
transición del keynesianismo a la economía neoliberal tiene raíces
mucho más profundas que la pura ideología; que la transición comenzó
mucho antes de que Reagan en estados Unidos de América y con la mujer
británica Margaret tacher “Mujer de Hierro” que representan al poder
financiero global y que por medio de del control de los Estados
soberanos podrían implementar sus acciones de privatizar lo público a
su máxima expresión y la perdida de la las soberanías e identidad ;
que la confianza keynesiana en la capacidad del gobierno para
re-regular y revitalizar la economía mediante políticas de gestión de
la demanda descansa en la percepción esperanzada de que el estado
puede controlar el capitalismo.
La teoría marxista del empleo y el desempleo, basada en la teoría del
ejército industrial de reserva, proporciona una explicación más sólida
de los prolongados y elevados niveles de desempleo que la visión
keynesiana, la cual atribuye la plaga del paro a las "políticas
equivocadas del neoliberalismo". Del mismo modo, la explicación que
ofrece la teoría marxista de cómo y porqué los niveles salariales de
miseria y el predominio generalizado de la pobreza pueden ir
acompañados de grandes beneficios y una mayor concentración de la
riqueza, resulta mucho más convincente que la que aportan las ideas
keynesianas, según las cuales las altas tasas de empleo y los elevados
salarios serían condiciones necesarias para un ciclo económico
expansionista.
Los cambios estructurales reales en las condiciones económicas y el
mercado, tanto a escala nacional como internacional. Las políticas New
Deal/socialdemócratas se pusieron en marcha inmediatamente después de
la Gran Depresión, cuando tanto los trabajadores y otras
organizaciones de base políticamente conscientes como las condiciones
económicas favorables del momento volvieron efectivas esas políticas.
A finales de los sesenta y principios de los setenta, el largo ciclo
expansionista de posguerra, los fabricantes estadounidenses habían
invertido tanto en capital fijo, en desarrollar capacidades, que para
finales de los sesenta sus tasas de beneficio ya habían comenzado a
disminuir a medida que los enormes "costes a fondo perdido", sobre
todo en forma de instalaciones y equipo, se volvían cada vez más
elevados.
La globalización, primero del capital y después de la fuerza de
trabajo, lo que hizo que las políticas económicas de corte keynesiano
dejaran de resultar atractivas para la rentabilidad capitalista, y lo
que propició el ascenso de Ronald Reagan y las políticas neoliberales
de austeridad económica.
Desde Chicago se extendiera un espíritu de laissez-faire que afectó a
políticos de todos los partidos y los convenció de las ventajas de los
mercados libres. (...) Los mecanismos keynesianos de regulación
financiera (controles de capital y tipos de cambio regulados) no
pudieron resistir la expansión del crédito internacional desregulado,
los Euromercados, que pasaron a dominar las finanzas internacionales.
El dólar estadounidense (y en menor extensión el oro) era, en líneas
generales, el único medio de comercio y crédito internacional. Bajo
esas circunstancias, los préstamos internacionales se realizaban
principalmente a través del Fondo Monetario Internacional (FMI) y los
bancos centrales de los países prestatarios/beneficiarios de los
préstamos, de ahí la aplicabilidad de controles.
Los dos factores principales que contribuyeron de manera significativa
a la drástica inflación de los mercados financieros internacionales
fueron (a) el crédito internacional generado por ordenador, y (b) la
inmensa proliferación de Eurodólares, esto es, dólares estadounidenses
depositados en bancos extranjeros.
El crédito/las finanzas mundiales han crecido tantísimo durante las
últimas décadas que han vuelto prácticamente inútiles los controles y
las regulaciones internas o nacionales:
Los críticos de las finanzas internacionales han hecho varias
propuestas para estabilizar el sistema y adecuarlo a los propósitos
del desarrollo económico y social. Dichos controles, en muchos casos,
no fueron eliminados hasta los años noventa.
Sin embargo, los depósitos bancarios internacionales y los activos
financieros en el extranjero son ahora tan grandes que sería difícil
hacer cumplir tales controles.
De hecho, la razón principal para deshacerse de dichas regulaciones
fue precisamente que no podían hacerse cumplir.
En su libro Equality and Efficiency: The Big Tradeoff, Okun (1975)
manifestó que "el objetivo intervencionista de mayor equidad tuvo unos
costes de eficiencia que perjudicaron la economía privada". Del mismo
modo, Schultze (1977) afirmó que
"las políticas del gobierno que afectan a los mercados en nombre de
la imparcialidad y la equidad son necesariamente ineficientes", y que
tales políticas "iban a perjudicar a las personas que los responsables
de las políticas trataban de proteger, y a desestabilizar la economía
privada en el proceso".
"los esfuerzos de la Cámara de Comercio y la Mesa Redonda Empresarial
para obtener el control de las decisiones reguladoras del gobierno
comenzaron al menos nueve años antes" de la elección de Ronald Reagan
como presidente, "cuando el abogado Lewis Powell envió a la Cámara su
conocido memorando 'Attack of American Free Enterprise System'".
Conjuntamente con la ofensiva legal de Powell contra la normativa
laboral y reguladora, las grandes empresas actuaron rápidamente para
"impedir la sindicalización" y "eliminar los controles reguladores
mediante sucesivas campañas de propaganda promovidas por think-tanks
como el Instituto Americano de Empresa (1972), la Fundación Heritage
(1973) y el Instituto Cato (1977)"
La eficiencia del modelo keynesiano, por lo tanto, se apoya en gran
medida en una esperanza, o una ilusión, puesto que la relación de
poder entre el estado y el mercado/capitalismo es normalmente la
inversa.
La percepción keynesiana, la elaboración de políticas económicas es
algo más que una mera decisión administrativa o técnica; se trata
sobre todo de un asunto socio-político que está relacionado
orgánicamente con la naturaleza de clase del estado y los aparatos de
definición de políticas.
Sin embargo, la realidad es que los productores estadounidenses
dependen cada vez menos de la fuerza de trabajo doméstica, ni como
trabajadores ni como consumidores, pues continuamente están ampliando
sus mercados de producción y venta en el extranjero: "Tanto en el lado
de la oferta (empleo) como en el de la demanda, el
trabajador/consumidor estadounidense tiene un papel cada vez más
secundario".
El segundo problema radica en que los salarios y los beneficios son
categorías a nivel micro o de empresa, establecidas por empleadores
individuales o directores de empresa, no por los estrategas a nivel
macro o nacional de la demanda agregada (como ocurre en una economía
de planificación centralizada).
Los productores individuales (grandes y pequeños) ven los salarios y
las prestaciones, en primer lugar, como un coste de producción que
debe ser minimizado a toda costa; y solo de forma secundaria, o nunca,
como parte de la demanda agregada nacional que puede contribuir
(indirectamente) a la venta de sus productos.
Marx caracterizó la disposición y la capacidad del capitalismo para
crear una gran masa de desempleados (con el fin de conseguir una clase
trabajadora mayoritariamente pobre y dócil) como "pauperización" y
sumisión de la fuerza de trabajo.
La ley, finalmente, que mantiene un equilibrio constante entre la
sobrepoblación relativa o ejército industrial de reserva y el volumen
e intensidad de la acumulación, encadena el obrero al capital con
grillos más firmes que las cuñas con que Hefestos aseguró a Prometeo
en la roca.
Esta ley produce una acumulación de miseria proporcional a la
acumulación de capital. La acumulación de riqueza en un polo es al
propio tiempo, pues, acumulación de miseria, tormentos de trabajo,
esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degradación moral en el polo
opuesto, esto es, donde se halla la clase que produce su propio
producto como capital
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