Pobre, pequeño presidente Peña



Cuando se aprendió las respuestas, le cambiaron las preguntas.

México no está en peligro por las mineras canadienses que pagan tan poco por llevarse en piedra las riquezas minerales, tampoco por las presiones de compañías bananeras o petroleras de Estados Unidos ansiosas de expoliar las riquezas naturales de América, nuestra América, no la de ellos.  Los peligros más graves son porque el PRI, y en el caso de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, han sido cómplices o al menos incapaces de detener a un cartel más peligroso y rapaz que los zetas o la familia michoacana, el de la mafia de los jueces por consigna.

El PRI, como antes el PAN con Vicente Fox y Felipe Calderón, quisieron que les pusieran la estrellita de buenos alumnos.

Fox gastó millones de pesos del presupuesto nacional para contratar a empresas privadas que inocularan en las instituciones la idea de que los ciudadanos debían ser tratados como clientes. Hoy mismo el ISSSTE manda mensajes promocionales a los teléfonos de los derechohabientes pidiéndoles que no se dejen engañar, que no se va a privatizar y que no esperen emergencias para afiliar a los seres queridos.

Pero llegue a usted a un servicio de emergencias porque le picó un alacrán o cualquier accidente que no involucre hemorragia, y tardarán un mínimo de dos horas en atenderlo, como le ocurrió a Sebastián Lerdo de Tejada, su ex titular, víctima de infarto y negligencia. 

Con Fox se inauguró la política de que las percepciones eran más importantes que las realidades, pero las malas realidades siempre superan las más optimistas percepciones.

Luego Felipe Calderón, el mínimo presidente que ganó la presidencia con una dudosa y mínima diferencia de votos, dilapidó las energías y la sangre de la nación tratando de cortar los ingresos con los que se sustentaba gran parte de la estructura del PRI: los provenientes del narcotráfico y el crimen organizado.

Humberto Padget, en Sin Embargo ya documentó que muchas de las plantaciones de amapola en la sierra de Guerrero fueron propiedad de narcomilitares y funcionarios muy ligados a la Secretaría de Gobernación, con fuertes lazos en el PRI.

Finalmente los guionistas de Enrique Peña Nieto, inspirados en la primera temporada de la serie House of Cards simulan una Reforma Educativa que no contiene nada de Reforma Educativa, solo disposiciones para afectar los derechos laborales del gremio con el que Lázaro Cárdenas estableció la gran alianza para que los principios del Estado Mexicano aterrizaran en las comunidades rurales del país.

Hasta Nuño confiesa que la Reforma Educativa “ataca el sistema  clientelar y opaco”; ¿qué no debería atacar mejor la pésima preparación en cientos de escuelas que impide aumentar la matrícula universitaria en proporción al número de jóvenes que la demandan?

Por otra parte conceptos como soberanía sobre los recursos naturales, generación de energía eléctrica con la geotermia y los vientos mexicanos, que podrían ayudar al desarrollo de las comunidades rurales de Oaxaca, no deben ser enseñados por la CNTE, que dicho sea de paso tampoco se interesa demasiado en la educación en las comunidades indígenas y que mucho tiene de racista al considerarlas mentalmente inferiores e incapaces de aprender elementales principios universales de física, matemáticas y química, así como reglas elementales de ortografía.

Porque también hay que decirlo, hace cincuenta años los oaxaqueños, por ejemplo, se encontraban en los primeros lugares nacionales de desempeño escolar, mientras que ahora está en los últimos.
¿Pero alguien ha visto que Aurelio Nuño exponga este tipo de argumentos? 

La mafia de los jueces de consigna


Hoy que acude el presidente Peña Nieto a ponerse al tú por tú con sus homólogos mandatarios de los otros dos países de Norteamérica se lleva dos coscorrones, el del primer ministro de Canadá, quien le recuerda que él es también maestro, y que con los maestros hay que privilegiar el diálogo inteligente ; y el de Barack Obama,  quien le dice que llegó a la presidencia gracias al populismo.
Dice Aguilar Camín en una de sus novelas y a través de un doctor como personaje, que a veces le gustaría que en Estados Unidos la pobreza fuera más al estilo latinoamericano, donde los niños nacen con problemas de desnutrición, que se pueden resolver más fácilmente, y no con síndrome de abstinencia de drogas, como muchos de los niños que nacen en Harlem. Al respecto Bernie Sanders dice que 10 mil niños estadunidenses viven en las calles, “Homeless”

Pero eso no significa que Obama se enorgullezca de ello o haga reformas que aumenten la desigualdad en Estados Unidos, como sí lo hace en México, aunque sea involuntariamente Peña Nieto. 

La estatura física de Peña Nieto en relación a la de sus homólogos de Estados Unidos y Canadá es referencia incómoda pero significativa para aludir  a su pequeñez como estadista.

Me platica uno de los periodistas más relevantes de este país que en el Caribe se llevan a cabo juicios laborales contra propietarios de pequeños hoteles, de los cuales jamás ellos  se enteran. Les condenanen  un  laudo y como no lo saben resulta que tienen que pagar cuatro o cinco millones de pesos, así que tienen que entregar sus propiedades. Obvio, en el camino se utilizan tantas simulaciones judiciales que es evidente que los jueces se llevan una millonada.

El pasado 30 de junio docenas de choferes de la ruta 300 bloquearon los accesos al Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, acusan al juez 14 de haber puesto el patrimonio de cientos de trabajadores a custodia de una sola particular.

¿En que confían los jueces de consigna para su corrupción impune? En que tanto Enrique Peña Nieto como Miguel Ángel Mancera utilizan a los jueces para deshacerse de enemigos políticos, el Presidente, de los maestros y Mancera para simular que resuelve casos que indignan a la sociedad, como el quíntuple asesinato de Narvarte, donde permanecen impunes los torturadores y violadores de cuatro mujeres, además del fotoperiodista Rubén Espinoza.

Esa es la pequeñez de nuestros jefes del poder ejecutivo que debe preocuparnos.

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