Suicidio asistido por el Partido Verde, Televisa y TV Azteca



Diario de un Reportero

 

Ramsés Ancira
Las líneas que escribiré a continuación serán probablemente  las más importantes que haya escrito jamás en el Diario de este Reportero. Más importante aún, podrían ser las más trascendentes que usted lea en esta o cualquier  otra publicación. Y es que la pandilla de niños que tanto nos ha conmocionado en Chihuahua es sólo una muestra de una realidad trágica, el suicidio asistido de México.


Podría apostar lo que al lector se le ocurra que en los hogares de los niños que un día decidieron a jugar a los secuestradores, que primero pensaron en asesinar a un viejito; a los que luego se les ocurrió que podría ser un vecinito, y que el candidato ideal era Christopher porque su nombre proviene de Cristo y sonaba muy bien para un sacrificio, podría apostar, repito, que en esos hogares comían, cuando mal  comían, viendo el programa de la Señorita Laura en el canal de las estrellas.


En una escuela al oriente de la Ciudad de México, las niñas de quinto año de primaria se inventaron hace unos días un juego, “el de las prostitutas”. Para ello crearon un cartón donde se pusieron un precio y lo compartieron con sus compañeros varones. Cuando las maestras se enteraron y les preguntaron que de dónde sacaron la idea, respondieron que de una telenovela nocturna de Televisión Azteca, no sé si fue de Avenida Brasil o de alguna otra porque hace tiempo que no veo telenovelas, pero lo deduzco por el horario.


¿Y sabe cuál ha sido el primer interés de uso de muchas de las tabletas que ha regalado el gobierno federal a los niños de quinto año de primaria? Páginas pornográficas a la que se conectan por wi fii.


Hace algunos años me llegó, como a muchos, un video con una bellísima jovencita teniendo relaciones sexuales felices y explícitas, Cameron Díaz. Si no me quedara ninguna alternativa en el mundo que decidir qué transmitir a las 3 de la tarde, ese video triple x o un capítulo de Señorita Laura no tendría absolutamente ninguna duda en que ese cuerpo desnudo y gozoso sería menos dañino para cualquier espectador que la violencia, aunque sea simulada, del “reality show”


Esa teoría de que la televisión destruye por la tarde lo que la escuela construye por la mañana, es completamente cierta y la realidad la captan y la padecen mejor que nadie los maestros mexicanos de escuelas públicas; más del 90%  de ellos que acuden regularmente a trabajar, que no chantajean sólo para quedarse con el dominio  del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación; que buscan a través de las cooperativas darle dinero a los niños para que se compren zapatos sin que se los robe la mamá, maestras de secundaria que tienen entre los alumnos de su plantel al menos a siete niños y niñas que se cortan la piel con “cutter” como sustituto para sentir algo, lo que sea, porque jamás han recibido un abrazo de sus padres o madres solteras; mentores que luchan contra la violencia que llevan a sus aulas niños de 9 años, cuyas madres murieron al darlos a luz y que reciben el desprecio de padres que los culpan por ello.


Y así como la líder de la pandilla que mató a Christopher era una niña, los maestros de las escuelas de todo México están hoy tratando de dilucidar si son ciertas o no las acusaciones de muchas niñas, a otras niñas, de que les robaron, o agredieron otras compañeras, o sí solo  tratan desesperadamente  de llamar la atención.

Lo que sí es cierto es que en prácticamente todas las escuelas del país, públicas o privadas, hay menores que han sufrido de abuso sexual. Pero ahora concentrémonos solo en las públicas, porque así como está prohibido a los maestros levantar la mano para castigar a un joven que los insulta, azota la puerta del salón, golpea a sus compañeros de menos edad o esculca las mochilas de otros para sacarles las monedas que les dieron para el recreo; estos maestros  también tienen prohibido hacerles cualquier caricia, darles un abrazo o cubrir físicamente esa necesidad de afecto.


No nos sorprendamos de la formación de cárteles. Están integrados por esas generaciones que se crearon con los primeros capítulos de Laura en América, donde se pagaba a gente de muy bajos recursos para que jugaran a “Mis padres no me quieren porque soy muy feo”, “Mi papá es un mandilón y mi mamá una prostituta” o “Quiero casarme con mi tío de 60 años para salirme de mi casa”.

Con esos guiones ¿qué tiene de extraño que una pandilla de niños quiera jugar al secuestrador, apuñale a un niño, lo cubra con la zalea de un perro y luego se una a los grupos de buscadores de desaparecidos. Un crimen perfecto si no fuera porque otro niño, acaso de 10 años, no estaba tan enfermo y decidió contarle la verdad a su mamá.


La Secretaría de Educación Pública acaba de decidir que la mala prensa que ha recibido la evaluación educativa, hace mejor suspender la evaluación de todos los maestros. Evaluación que nunca quedó claro, no era para correrlos, sino para detectar que está fallando en la educación pública en México y para  darles estímulos económicos a esos maestros que contra todo obstáculo están enseñando a leer y hacer cuentas a niños traumatizados por llevar las suelas rotas, ser objeto de abuso sexual, padecer violencia de padres que los culpan por la muerte de sus madres, o de madres abandonadas y víctimas de insatisfacción sexual, que desquitan en sus hijos sus propias carencias afectivas.


Hasta ahora los premios a esos maestros han sido directamente proporcionales a su capacidad de lambisconería con los directores de las escuelas, a sus asistencias a marchas, pero casi nunca por su capacidad de transformar a niños perdidos en una promesa de futuros ciudadanos que le devuelvan al Estado la educación que les ha dado en sus primeros años.


El Estado mexicano se está suicidando. La prueba a los maestros iba a servir para un diagnóstico invaluable de lo que está descomponiendo a nuestra sociedad, la está pudriendo. Pero no queremos que nadie se enoje, mucho menos con elecciones a la puerta. Dejemos que el Partido Verde contente a la Cámara de la Industria de la Radio y Televisión con la promesa del botín electoral, con la idea de que los partidos políticos puedan contratar, como antes sus propias pautas.


Ah, por cierto, el Partido Verde tiene con la “señorita Laura” su target ideal de publicidad. Ahí sí les creen lo de los vales para medicinas, los vales de primer empleo y los vales de computación e inglés. Joven Emilio, no olvide lo de las “tablets” para hacer llegar accesible las películas XXX a todos los niños de quinto de primaria. Le juro que convencerán a sus papás de votar por ustedes.








No, permítame, no he terminado. No puedo terminar si un rayo de luz, ese que nos regaló Fellini en Y la Nave Va, porque esta nave que se llama México, sin piloto ni nada, pero va.


Un grupo de catedráticos, muchos de ellos egresados del Colegio Madrid, fundado por liberales españoles que llegaron a México auxiliados por Lázaro Cárdenas, ha creado la primera red social del conocimiento.

Se ha hecho un lugar común y ya hasta chocante que los “niños  traen un chip integrado” y que entienden la tecnología mejor que nadie.


La red se llama Kathedra.org y no se ha anunciado porque hasta la educación está politizada y partidizada. Por eso, aunque es una creación mexicana, la primera versión mundial de Kathedra nacerá en Ecuador y está preparándose otra en Israel, especializada en medicina.


En este momento se hace énfasis en “kathedras” producidas por niños pequeños que nos enseñen a los adultos, y a otros niños, porque las quesadillas son azules o rojas en Milpa Alta,  o como editar una clase de un minuto utilizando los programas gratuitos que ofrece Android.


Mucho más allá de Facebook y Twitter, pero muy cercano a la Wikipedia, kathedra.org se convertirá en una red que puede salvar a México del suicidio asistido por los partidos políticos que estamos viviendo como país


En estos días se proyecta mundialmente Tomorrowland (así le dejaron, en inglés, el título que debe traducirse como La Tierra del Mañana) una película de Disney que habla sobre el desastre 100 por ciento seguro hacia el que nos encaminamos como planeta.


Si uno solo de nosotros, entre  casi 7 mil millones de habitantes de la tierra  cree que la educación puede evitar el cataclismo, las posibilidades de suicidio disminuyen al 99.9 por ciento ¿Pero qué pasa si 107 millones de mexicanos también apostamos por ello? Esta es la apuesta de kathedra, es de México y es para el mundo.

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