PINCHES MAESTROS RACISTAS
Diario de un Reportero
Ramsés Ancira
AGOSTO 1976
Ella tenía unos ocho años, pero la desnutrición hacía que pareciera de 5. Yo tenía 15 y formaba parte de una brigada de alumnos maristas que alfabetizaba los sábados, sin ninguna formación pedagógica, en un cerro pobre de la Ciudad de Querétaro que ahora está vedado a los indígenas porque se convirtió en zona residencial para los más pudientes. Se llamaba, y espero que aún se llame, María Pueblito. No puedo decir que me enamoré de ella, pero sí que me tenía encantado por su ansia de aprender.
Sólo a partir del segundo año de secundaria se nos permitía formar parte de las brigadas alfabetizadoras. El año anterior, sin embargo, los mini ganaderos nos invitaron a todos los alumnos de la escuela San Javier porque querían homenajearnos con una comida. Unos 20 muchachos nos sentamos a la mesa de madera rústica a donde pusieron cinco piezas de pollo. Yo tenía mucha hambre y tomé uno de los platos. Los mayores me reprocharon con la mirada. Entonces comprendí que cada pieza nos la debíamos repartir entre cuatro, era todo lo que podían ofrecernos.
Así que en agosto de 1976 estaba terminando mi experiencia como alfabetizador y María Pueblito ya sabía leer y escribir, mi alumna tenía mejor letra que la que yo tengo hasta la fecha. No sé qué haya sido de ella; pero creo que estará bien porque era una niña muy dulce y muy aplicada, por lo que imagino que aunque no tenía zapatos; sí unos padres que la amaban.
ENERO 2015
Yo no encuentro nada en común entre los normalistas de la Escuela Rural Isidro Burgos y la (CETEG) Coordinadora de Trabajadores de la Educación en Guerrero, salvo la exigencia de un informe confiable y no las patrañas que cuentan las autoridades sobre el desvanecimiento de 43 muchachos en carreteras federales, sin que el Ejército y la Policía de Caminos se dieran cuenta de nada.
Fuera de eso y a juzgar por las entrevistas con los sobrevivientes, los normalistas querían no solo el más posible de los trabajos profesionales que pueda tener un joven de familia campesina, sino ayudar al mejoramiento de sus comunidades. Ni los maestros guerrerenses, ni muchos de los oaxaqueños parecen querer eso, simplemente porque son unos pinches racistas.
Según ellos los niños no están preparados para una educación occidental porque no están bien alimentados, viven muy lejos y no es lo que necesitan aprender.
En Guelatao no han cambiado tanto las cosas desde el Siglo XIX, sin embargo un viejo alcohólico al que la comunidad llama Tio Yim y una hermosa venezolana que maneja una radio comunitaria, han hecho que el pueblo tomara conciencia de que la educación es el camino. http://vimeo.com/67617597
Tio Yim, tiene una hija egresada de la Universidad de Guadalajara que es cineasta, se llama Luna Ramírez y está haciendo una película sobre sus padres. Es fácil imaginar que si sus maestros fueran de los que piensan que los pobrecitos indígenas mal comidos no pueden estudiar, y menos si son mujeres, no tendría la fama que está alcanzando a nivel internacional.
Y es que detrás de cada maestro que no quiere presentar un examen que ratifique su capacidad de formar a los niños, hay también un racista, aterrado de que los alumnos lo evidencien como ignorante.
En Teloloapan, Guerrero las posibilidades de ser asesinado son mucho mayores para los maestros y para los curas. A los Urióstegui, como se apellida la mayoría de caciques de la zona, no les conviene que la gente aprenda porque entonces van a tener opciones a la goma de opio que es su negocio.
Un ejército de paz, como el que se supone que tenemos en México, podría ayudar mucho si estableciera escuelas en la Tierra Caliente de Michoacán, Guerrero, y sus colindancias con el Estado de México; pero esta tarea no la pueden hacer si mandan tenientes y coroneles egresados de la Escuela de las Américas, quienes ya tienen antecedentes de fusilar campesinos y arrojarlos vivos desde avionetas. ¿Cómo vamos a confiar en ellos y cómo exculparlos de los hechos de Ayotzinapa con estos antecedentes que hasta Osorio Chong, el secretario de gobernación, conoce perfectamente.
Por eso tienen mucho en común los maestros que se oponen a que haya elecciones, y las versiones oficiales sobre los hechos de Ayotzinapa y Tlatlaya. Todos nos consideran una raza inferior, autoridades de Gobernación y de seguridad nacional son tal como los maestros de la CETEG que golpean a policías y a choferes de camiones repartidores; que no creen que los niños puedan aprender sólo porque son indígenas y pobres. Todos, por igual, son unos pinches racistas que nos toman a los demás como una raza de pendejos.
Si por ellos fuera no existiría gente como María Pueblito o Luna Ramírez. Sentimos decepcionarlos, nosotros somos cada vez más y ustedes aumentan cada día su descrédito, y nuestro desprecio.
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