Cambiar de Canal
Diario de un
Reportero
Ramsés Ancira
Al mismo tiempo que Telesur cumple 10 años de
existencia, en México se celebra un debate sobre la expulsión del país de Laura
Bozzo, una de las inventoras del género de televisión que consiste en contratar
a actores no profesionales, para que interpreten los papeles más bizarros:
pederastas, hermanos incestuosos, golpeadores y más. Aunque es fácil encontrar
evidencias del fraude, la Secretaría de Gobernación, que sería co responsable
de la salud mental de los mexicanos, ignora el tema.
Como no sucede en
ningún otro país del mundo en donde se producen estos espectáculos, en México
se transmiten a la hora en que los niños llegan a sus casas de las escuelas. “Libertad
de expresión”, aducen los voceros del gobierno y la iniciativa privada que
cuentan con noticiarios y programas de opinión; si no les gusta ¡Que le cambien
de canal! Sentencian y concluyen
Los programas de
la “señorita Laura” son sintonizados en una inmensa cantidad de fondas y
restaurantes populares de la República Mexicana, así que para la mayoría de los
comensales no hay opción, como tampoco para los niños, si se considera que son los
responsables de su cuidado, los que toman la decisión sobre el canal a ver; además
de que la emisora donde se transmite el programa, tiene la concesión del 56 por
ciento de las televisoras abiertas en México.
Hay una enorme
coincidencia entre los programas de la “Señorita Laura” y los promocionales con
los que el Partido Verde Ecologista de México obtuvo casi la quinta parte de la
Cámara de Diputados en México: la violencia visual y verbal.
La frase “Que pase
el desgraciado” y la intervención de musculosos sujetos que supuestamente controlan
la ira de víctimas y victimarios que acuden a confesar sus miserias, son signos
distintivos de “Laura en América”… un anciano en silla de ruedas, supuestamente
víctima de secuestradores, y golpes en los cuartos traseros al elefante de un
circo, que nunca se demostró que fuera mexicano, fueron las imágenes repetidas
en más de mil millones de impactos patrocinados por el Partido Verde a través de proyecciones en cines,
televisión y las pantallas del metrobús en la Ciudad de México.
Si el Instituto
Nacional Electoral, el Tribunal o la Secretaría de Gobernación hicieran un
estudio del desasosiego que pudieron causar estas imágenes repetidas “ad
nauseam” entre la población abierta, y posiblemente entre los adolescentes que
recientemente han asesinado a niños de 3 y 6 años en el Estado de México y
Chihuahua respectivamente, posiblemente tendrían mejores resultados, un mejor
diagnóstico de la situación del país, que el que puede darles el examen a los
maestros.
A pesar de que en
la administración de Enrique Peña Nieto la pobreza ha alcanzado a otros dos millones
de mexicanos y a que el “triple play” (teléfono, internet y televisión de paga)
cuesta en México más que el promedio de cualquier
otro país integrante de la Organización para el Comercio y Desarrollo, al menos
un 15 por ciento de la población ha decidido aumentar a su canasta de gastos,
el pago de canales satelitales o de cable.
Todavía le falta
mucha educación a los consumidores, por la quinta parte de lo que valen los
paquetes básicos de televisión privada (todos con comerciales) pueden obtener
programación ilimitada en “streaming” como la que ofrece Netflix; pero además
si se tiene la suerte de contar con una televisión “inteligente” y conexión a
Internet se puede acceder a contenidos gratuitos y a series de enorme
popularidad, como las históricas Cuéntame
cómo pasó e Isabel, en España o Los Nuestros, en Telesur o
películas premiadas dobladas al español en Hispan TV.
Pero hay que
reconocer que mucho antes de que Netfilx empezara a hacer encuestas sobre lo que
opinaba la gente de un servicio de televisión que podrían captar los que
tuvieran consolas para videojuegos; de
que Hispan TV sufriera ataques y bloqueos a su señal de empresas
satelitales dirigidas en Europa por fundamentalistas judíos, y del auge de los juegos panamericanos en
Internet, ya que en México no fue negocio transmitir las competencias por
televisión abierta, mucho antes de esto, insistimos, Telesur estaba rompiendo el modelo de cómo se
hace y como se difunde la televisión de interés público e interés social.
En México, quienes
tienen la suerte de contar con una televisión digital pueden elegir dos versiones del Canal 11, del Instituto
Politécnico Nacional; el 21 del gobierno
de la Ciudad de México, el 22 destinado a la televisión cultural, y al menos tres opciones del canal 30, que
incluyen TV UNAM, y Aprende. Pero son canales, se dice en México, donde se
puede cometer el crimen perfecto ante las cámaras, porque nadie los ve.
Y no se ven porque
al Estado Mexicano le da vergüenza competir por audiencia con la televisión
privada, le da mucho miedo. No se ven porque la quinta parte de la Cámara de
Diputados y el presidente de facto del Congreso de la Unión, Emilio Gamboa
Patrón, controla también al Sindicato de la Industria de la Radio y la
Televisión y el presidente Enrique Peña Nieto, más que miedo le tiene terror, a
pesar de pruebas públicas y publicadas de que sometía la aprobación de leyes a
la aprobación de intereses privados.
Ese mismo Congreso,
dominado por el PRI y el Partido Verde, es el responsable de reducir los recursos
para que se produzca televisión, ya no le llamemos pública, siquiera relevante.
Un solo caso, elimina el programa Global de Canal 22 porque demostró que a las
empresas mineras extranjeras se les da preferencia sobre un pastor de cabras al
que mandaron a la cárcel.
Así que antes de
exigir explicaciones sobre la paridad de 16 pesos por dólar, la fuga de Joaquín
Guzmán Loera o los conflictos que causa la Reforma Educativa, necesitaríamos
una televisión que cuestione qué grave
asunto de seguridad o soberanía nacional hicieron necesario que un poderoso
batallón blindado del Ejército se enfrentara a unas docenas de campesinos.
Mientras Telesur
hace una televisión que hermana a Latinoamerica, en México no hay un solo canal
donde podamos ver en un mismo día de programación, lo que hermana, por ejemplo,
a Sonora con Yucatán, o el teatro que se
produce en Campeche y el cine de Baja California Sur.
En el Siglo de la
comunidad global, lo único que nos hermana en México, de costa a costa y de
frontera a frontera es el reconocimiento del grito “Que pase el desgraciado” … y
esto es mucho más complejo que sólo la recomendación de cambiar de canal
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