Samuel de los indios y pobres
Francisco Gómez Maza
51 años de obispo de los pobresTestimonio revolucionario
Samuel Ruiz García, el jTatic (Señor, Padre, Anciano, entre los mayenses de Chiapas), defensor de los más pobres de los pobres, los indios, estaba en agonía al momento de escribir esta nota. Su vida se iba apagando dolorosamente, como un brillante cirio que se derrite silenciosamente. Al partir de este mundo el obispo rojo, el teólogo de la liberación, la historia de Chiapas, de México, de América Latina y del mundo todo cierra un glorioso capítulo, el de los hombres libres, el de los líderes que entendieron a tiempo que el único camino es mandar obedeciendo. Uno de los últimos de la generación de obispos que se ladearon del lado de los pobres y que clamaron oportuna e inoportunamente a favor de los derechos humanos y contra la explotación de la fuerza de trabajo. Samuel Ruiz García es y lo seguirá siendo un icono de la rebeldía, de esa pléyade de luchadores que sólo rinden cuentas a su conciencia porque están convencidos de que otro mundo es posible.
La agonía de Sami (así le llamaba doña Lupita, su madre, y Lucha, su hermana, y su papá y sus hermanos) ha sido prologada. Nació el 3 de noviembre de 1924 en Irapuato, Guanajuato. Realizó sus estudios en el Seminario de León, también en Guanajuato. Fue ordenado sacerdote el 2 de abril de 1949. Se doctoró en Teología y Sagrada Escritura por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y por el Instituto Bíblico de Roma. Fue nombrado Obispo de Chiapas el 14 de noviembre de 1959, por el Papa Juan XXIII y consagrado en la Catedral de San Cristóbal de Las Casas, el 25 de enero de 1960. Después de la fastuosa ceremonia de entronización como obispo de la diócesis “chiapensis”, luego dividida en tres, como lo que le quedó el nombre de “diócesis de San Cristóbal”, el jTatic comenzó la agonía.
Difícil fue su inserción en las culturas indias de Chiapas. Iba a evangelizar y resultó él el evangelizado. Los indios le revelaron un mundo nuevo, una tierra nueva, una visión del mundo totalmente diferente a la que tiene la civilización occidental-judeocristiana (“gracias, jTatic, por desorientarnos”, le dijeron un día unos indios en alguna comunidad de la diócesis. Y al no entender, preguntó que por qué le daban las gracias por “desorientarlos”, a lo que el líder le respondió: “sí, jTatic. Gracias por desorientarnos. Estábamos mal orientados. Tú nos dijiste que ese no era el camino. Estábamos desorientados. Tú nos desorientaste. Ahora estamos bien orientados”).
Samuel se erigió en el defensor de los indios. Fue a Roma a gritarle al mundo que los indios tenían almas, pues en pleno siglo XX había (y aunque usted no lo crea, aún, a estas alturas de la historia) gente que estaba segura de que los indios no tienen alma. Y lo que es peor: en el seno de la estructura clerical de la iglesia católica, hay sacerdotes y obispos que los tratan como si fueran animales, aunque usted no lo crea. Samuel significó un cambio de 180 grados en la vida de la iglesia chiapaneca. Su predecesor, don Lucio Torreblanca y Tapia, cerró el ciclo de la colonia, que se extendió en esas tierras casi seis décadas comenzado el siglo XX. Cambió al clero de “misa y olla”, por un equipo pastoral que se jugó la vida por los pobres. Se alió con los hombres de buena voluntad fuesen del credo que fuesen, incluyendo a ateos, tan satanizados por la iglesia preconciliar.
La obra de Samuel fue titánica. Insertar a la iglesia jerárquica en las culturas indias. Leer el Evangelio en la piel morena de tsotsiles, tseltales, ch’oles, toj’olabales, catchiqueles, lacandones, ante la mirada sospechosista de la Conferencia Episcopal y de Roma, que siempre lo tuvieron en la mira como un obispo heterodoxo. Instauró una pastoral fundamentada en el hombre y concretamente en el hombre indio, ganándose la antipatía de los “ladinos” que conformaron un movimiento denominado “Auténticos Coletos”, que se encargó de vilipendiarlo e inclusive de desear su muerte (hubo un locutor que, cuando Samuel iba a cumplir el tiempo para su jubilación, comenzó a contar los días que le faltaban para “largarse” de San Cristóbal. Todos los días decía por la radio: faltan tantos días. Y uno de esos tantos, el locutor bajó del cerro (San Cristóbal está ubicada en la cima de la sierra chiapaneca) rumbo a Tuxtla, la capital estatal, y se desbarrancó en una de esas tantas curvas de la carretera Panamericana).
Samuel es un obispo incómodo para los gobernantes. En 1994, a raíz de la rebelión india encabezada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el obispo fue acusado de ser el autor intelectual de la revuelta, e inclusive de dotar de armas a los alzados. El gobierno había decidido ya tomarlo preso y juzgarlo por sedición, subversión y quién sabe qué tantas “ción”. Pero el obispo no se amedrentó y continuó su trabajo a favor de los más pobres. Desde el comienzo comenzó a aprender las lenguas indias, llegando a dominarlas, como al castellano, todas. Recuerdo al buen Jacinto Arias, un seminarista tsotsil de los años 60, enseñándole al alumno aventajado las primeras lecciones: ku shiaví, ta mero lek, muyuk takin…). Hoy, mientras usted lee estas líneas, no sé qué pasó con la vida del jTatic. Puede ser que siga en su cama esperando el momento. Puede ser que haya partido ya. Pero le doy gracias a la vida por haber convivido con él. Por haber aprendido mucho de él. Por haber venido a Chiapas…
http://analisisafondo.blogspot.com/
http://lacomunidad.elpais.com/analisisafondo/2011/1/24/analisis-fondo-jtatic-samuel
Comentarios
Publicar un comentario