La contrarrevolución egipcia no será televisada

Amy Goodman, con la colaboración de Denis Moynihan

Esta semana, Egipto condenó a tres periodistas de Al-Jazeera a severos períodos de encarcelamiento tras un proceso judicial que los observadores calificaron de "absurdo". Peter Greste, Mohamed Fahmy y Baher Mohamed fueron acusados de difundir material informativo falso, y colaborar así con la Hermandad Musulmana, que fue derrocada por un golpe militar el año pasado y posteriormente calificada como organización terrorista. Greste, de origen australiano, y Fahmy, de nacionalidad egipcia y canadiense, fueron sentenciados a siete años de prisión.

Baher Mohamed, de nacionalidad egipcia, fue condenado a diez años, aparentemente porque estaba en posesión de un casquillo de bala vacío, artículo que muchos periodistas que cubren conflictos juntan de la calle a modo de evidencia. Los fiscales calificaron ese hecho como “posesión de municiones”. Los duros seis meses de prisión previos al juicio, el absurdo juicio en sí mismo y ahora estas condenas han provocado indignación alrededor del mundo, por lo que crece día a día un movimiento en demanda de indulto y liberación para los tres periodistas.

Sin embargo, mientras que las palabras del gobierno de Obama apoyan su libertad, las acciones del gobierno de Estados Unidos, principalmente la promesa de reanudar la asistencia militar a Egipto, trasmiten el mensaje opuesto. En el juicio hubo además tres periodistas extranjeros que fueron condenados en ausencia. Entre ellos, Sue Turton, de Al-Jazeera. En declaraciones realizadas para “Democracy Now!” desde la sede principal de Al-Jazeera en Doha, Qatar, expresó: “El veredicto nos dejó a todos los que trabajamos en Al-Jazeera totalmente estupefactos. Incluso llegamos a creer que el veredicto iba a ser que nos consideraban “inocentes”, porque habíamos estado siguiendo las sesiones del tribunal y no habíamos visto absolutamente ninguna evidencia presentada por los fiscales que probara, de manera o forma alguna, los cargos presentados contra nosotros”.

Antes de trabajar para Al-Jazeera, Peter Greste, uno de los periodistas encarcelados, había sido premiado por su labor alrededor del mundo para Reuters y la BBC. Cuando fue arrestado el 29 de diciembre de 2013 junto con los otros dos periodistas, Mohamed Fahmy se desempeñaba como jefe de la oficina de Al-Jazeera en El Cairo. Fahmy trabajó además para CNN, fue colaborador del periódico New York Times y trabajó para el noticiero “PBS NewsHour”, del servicio público de televisión estadounidense. Margaret Warner, corresponsal en jefe de asuntos exteriores del “NewsHour”, estaba trabajando con Fahmy en la cobertura de la revolución egipcia en 2011 cuando su equipo fue atacado. Refiriéndose a los esfuerzos realizados por Fahmy aquel día, expresó: “Definitivamente, nos salvó la vida.

 No soy una experta en asuntos jurídicos, pero les puedo decir que Mohamed Fahmy actuó, nada más ni nada menos, que como un periodista profesional”. En una carta enviada al recientemente electo Presidente Fattah al-Sisi, más de 75 periodistas, entre ellos el corresponsal de “Democracy Now!” Sharif Abdel Kouddous, de origen egipcio-estadounidense, redactaron: “Como periodistas, apoyamos la liberación de todos nuestros colegas egipcios o del resto del mundo que puedan resultar encarcelados por hacer lo que consideran es su trabajo". El Comité para la Protección de los Periodistas indicó: “Si bien el centro de atención han sido los periodistas de Al-Jazeera, en realidad Egipto mantiene en prisión actualmente a al menos catorce periodistas, lo cual ubica a ese país entre los países más represores del mundo”. Amnistía Internacional ha lanzado una campaña para que personas de todo el mundo insten al presidente egipcio a liberar a los periodistas, mediante el envío de cartas o llamados telefónicos. En el comunicado, Amnistía afirma: “Los tres hombres son prisioneros de conciencia, encarcelados únicamente por ejercer pacíficamente su derecho a la libre expresión. Egipto debe retirar inmediatamente los cargos contra los tres periodistas y ponerlos en libertad”. Por supuesto que todas las voces que claman por la libertad no son iguales. Cuando se pronunciaron las sentencias en el tribunal esta semana, Mohamed Fahmy gritó desde su celda: “¿Dónde está John Kerry?”. Era una pregunta muy importante. El día previo a la emisión del veredicto, el Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, se encontraba en El Cairo, en reunión con al-Sisi. Egipto ha sido durante mucho tiempo uno de los mayores receptores de asistencia estadounidense, recibiendo un promedio de 1.500 a 2.000 millones de dólares por año desde 1979.

Desde el golpe de Estado del año pasado, la asistencia se encontraba suspendida, pero el gobierno de Estados Unidos ha informado que reanudará el envío de asistencia militar. Uno de los ex colegas de Kerry en el Senado, Patrick Leahy, advirtió: “Las duras acciones adoptadas hoy contra periodistas constituyen el paso más reciente hacia el despotismo”. Entonces, ¿cómo se entiende que Estados Unidos autorice el envío de más de 500 millones de dólares en asistencia militar justo ahora?

 Desde su hogar en Australia, el padre de Peter Greste, Juris Greste, expresó: “Son tiempos muy oscuros, no sólo para nuestra familia, sino para el periodismo en general. Nos sentimos devastados, impactados, abatidos ante la noticia. El periodismo no es un crimen. Es tan simple como eso. Este hombre, nuestro hijo Peter, es un periodista que ha sido premiado. No es un criminal.”. Greste padre se hizo eco de un sentimiento que se ha expandido por todo el mundo. En las salas de redacción del mundo entero, desde las oficinas de la BBC y el Toronto Star, hasta salas de prensa en Hong Kong, periodistas y trabajadores de los medios están publicando fotos con sus bocas tapadas con cinta, en protesta por el hostigamiento que el gobierno egipcio lleva adelante contra la prensa. El Presidente Barack Obama y el Secretario de Estado Kerry deberían prestar atención.

Una amenaza a la libertad de prensa es una amenaza al derecho de la población a saber. Es el flujo de información, no el flujo de asistencia militar, lo que resulta fundamental para el funcionamiento de una sociedad democrática.

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