PELOS Y SEÑALES PARA CIENFUEGOS
Ramsés Ancira
En México los gobiernos ya no son parte de la corrupción, son la corrupción
Alejandro González Iñárritu. Director de cine, ganador del
Oscar como guionista y director
Casi al mismo tiempo que Guillermo
del Toro declaraba que en México se vive la Ley del Oeste, el nuevo dirigente
de Guerreros Unidos en la sierra de Tehuehuetla, Guerrero, Gregorio Acosta
Urióstegui llegó a la cabaña de Guadalupe Astudillo Berrun y lo asesinó delante
de sus niñas. Lo hizo porque se negó a sembrar amapola; porque eso le
garantizaba su ascenso en la estructura de la organización criminal y porque la
Secretaría de la Defensa Nacional, que comanda el alumno de la Escuela de las
Américas Salvador Cienfuegos, no le merece el menor respeto.
Lupe, el compositor de corridos
que no quiso ser narco, no fue la única víctima, otros de sus vecinos en la
ranchería El Capulín también fueron asesinados a domicilio por la gavilla de
Guerreros Unidos, organización criminal de la que ha trascendido que recibió
entrenamiento militar en contrainsurgencia.
El militar Mario Arturo Acosta Chaparro fue uno de los militares propietarios
de sembradíos de los cuales se obtuvo la materia prima para la elaboración de la
goma de opio con la que se produce la heroína que se consume en Estados Unidos.
Así que la palabra “contrainsurgencia” mexicanizada
en el sabio contexto que le dio el papa Francisco, significa asesinar a
los campesinos que se oponen al negocio oficial de narcotráfico en su modalidad
de siembra de plantas con capacidades narcóticas.
Hacía más de un año que José
Guadalupe fue amenazado personalmente por Acosta Urióstegui: o sembraba Amapola o lo mataban a él y a toda
su familia. No fue una amenaza al calor de la casualidad, lo mantuvieron
secuestrado. Él se negó de la forma más
diplomática que le fue posible. Dijo que él iba a sembrar maíz y que iban a
terminar comprándoselo porque los cultivadores de amapola de los campos vecinos
también tenían que comer.
En diciembre de 2014, autorizaron
a Lupe a abandonar la sierra de Tehuehuetla para pasar el año nuevo con su
familia, pero le dijeron que si no regresaba a negociar con los
narcotraficantes no sólo lo matarían a él, sino a todos sus hermanos y sobrinos,
sin importar que fueran cristianos o católicos, agro industriales, campesinos o docentes.
El amanecer del martes 9 de marzo
de 2015 fue el último que vio Lupe porque Acosta Urióstegui llegó a su cabaña
con un grupo de gavilleros de Guerreros Unidos. Es posible que hubiera podido
enfrentarlos, pero temiendo por la vida de su mujer y sus niñas se les entregó.
Lo ejecutaron, igual, frente a ellas.
Esta es toda la información que el
secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, necesita para capturar a
Acosta Urióstegui, no pudo haber ido muy lejos, y con ello disolver a la
principal organización criminal del Estado de Guerrero y la mayor introductora
de heroína a Estados Unidos. De paso,
resolver la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y con ello los vínculos
entre funcionarios públicos, soldados y Guerreros Unidos.
Pero sí él no lo hace, el
gobernador interino Rogelio Ortega Martínez puede disponer de 10 helicópteros,
subir a los senadores Sofío Ramírez y Ríos Píter para certificar la legalidad
de la operación, auxiliarse de centenares de autodefensas que paga el gobierno
del Estado, pedir el apoyo de los combativos maestros de la CETEG y limpiar por
fin, después de medio siglo de siembra de amapola, consentida y propiciada por
el Partido Revolucionario Institucional, la sierra de Guerrero.
Barack Obama aseguró que los
problemas en Venezuela ponen en riesgo la seguridad de Estados Unidos ¿más que las
toneladas de goma de opio que exportan desde la sierra de Guerrero? No,
estimado moreno, esos se resuelven con diplomacia y con ubicar y desmantelar
las bodegas donde se acapara el papel de baño y los alimentos que esconden los
especuladores. Acabar con el tráfico de goma de opio a Estados Unidos es más
sencillo que dotar a la DEA de permisos para portar armas de fuego en México.
Lo que se requiere es valor e
información como la que ahora tiene ante la vista Salvador Cienfuegos, Secretario de la
Defensa Nacional, para aprender a “Goyo”
Acosta Urióstegui, jefe de Guerreros Unidos en la Sierra de Tehuehuetla y desarticular
a la que hoy por hoy es la mayor organización criminal en México. El propio
Ejército, esa pequeña parte que nos honra y nos conviene porque es leal al
pueblo, y no al PRI, ha custodiado a la viuda y a las niñas de Lupe Astudillo
para ponerlas a salvo fuera de Guerrero. No es suficiente, las amenazas
llegaron al Estado de Morelos, pero aún se puede prevenir una tragedia mayor.
Salvador, le hablo con el afecto
que se le tiene a un empleado de confianza y usted es empleado de los
mexicanos, no del PRI, no del presidente Enrique Peña Nieto. La captura de
Acosta Urióstegui y de sus socios le puede devolver algo de honor a las armas
nacionales que usted representa. No nos decepcione.
Rogelio Ortega, por favor
ya deje de ser un gobernador de papel. Mande al carajo al Partido de la
Revolución Democrática que lo presenta a usted como un pelele inútil y cómplice
de los desmanes seudomagisteriales. Le apoyan las autodefensas, le apoya el
prestigio de gente con la nacionalidad estadounidense y mexicana como Néstora Salgado; y el doctor Mireles que
demostraron que el Estado se sustenta en el pueblo y no en el Gobierno; como ya
lo dijeron y deostraron Jefferson,
Morelos, Bolivar, Luther King y Hugo Chávez. Sólo el pueblo puede salvar al
pueblo, ya lo sabemos, nos lo dice a cada rato López Obrador, pero bien pueden echarle una mano desde la SEDENA y el gobierno (ASÍ CON LETRAS CHIQUITAS) del
Estado de Guerrero.
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